martes, 24 de junio de 2014

El cuervo III

e dio a entender que no es que me hubiera echado de menos por llevarle comida (aunque a mi suponer, también es una razón) si no que le agradaba mi compañía. Aunque, como cuervo que es, juraría que suelen vivir en parejas. 

Me hizo así pensar un poco en mi abuelo ya que, aparte de mis visitas y desde que mi abuela murió, apenas había nadie que fuera a verle. "¡Y bien que estoy así!" me espetaba cuando le comentaba algo al respecto. 

Así pasamos gran parte de la tarde: él sobre mi cabeza (no me esperaba que un pájaro estuviera tan caliente), ambos comiendo pipas dado que yo subía mi mano de vez en cuando y él cogía algunas semillas y, como siempre, yo contándole mi vida que, dado el tiempo que había estado sin ir, estaba ciertamente cuajada de novedades. Y el cuervo me graznaba, batía las alas o se removía sobre mi cabeza para expresar su opinión. 

Fue una tarde muy especial, aunque no se exactamente porqué, quizá fuera por lo unido que me siento con el cuervo. "¡Es solo un pájaro!" diría cualquiera. Pero es por esa... familiaridad que tengo con él, el poder hablar de todo y nada, poder expresarme... y él que parece entenderme, siento como si me animara, me apoyara, ¡incluso siento como a veces me regaña! Quizá sea yo, que le considero más que un pájaro, más que un animal, es un amigo.

(Vaya, pensándolo a posteriori, es algo extraño, ciertamente, pero es así)

- ¿Y yo a ti como te llamo? -le dije un día- ¡No puedo llamarte cuervo, simplemente!

Él hizo un gesto de indiferencia con las alas, como si encogiera los hombros. Durante un buen rato a continuación, estuve probando nombres de todo tipo, nombres que habitualmente se ponen a otros animales, personajes de ficción que conocía, e incluso probé con Hugin o Munin, los cuervos de Odin en la mitología, pero eso solo suscito una mirada de soslayo. Todo lo demás, no conseguía más respuestas que graznidos negativos, que ladeara la cabeza, o simplemente silencio mientras tenía sus negros ojos clavados en mi.
- Entonces -le dije, ya sin ideas- ¿Tienes tu alguna idea, chico listo?

Soltando un graznido breve que sonó como una risotada ("¡Ja!") se levantó de su sitio habitual en la lápida, camino tranquilamente hasta el borde de la misma y de un saltito fue a parar a la hierba perfectamente cortada del cementerio. Como había saltado al otro lado de donde normalmente yo me apoyaba, hube de ponerme en cuclillas y girarme para poder verle. Tras unos segundos de mirarme intensamente, comenzó a alternar entre mirarme a mi y a la inscripción en la lápida. Tarde poco en entender qué quería decir, pero algo más tardé en asimilarlo.

-¡No te puedo poner el nombre del abuelo! -contesté al fin. Solo su nombre aparecía en la inscripción, ningún otro. Mi abuela siempre prefirió que la incinerasen. Y le repetí:- ¡No puedo!

Volvió a fijar su mirada en mi y, tras unos segundos de sostenerle la mirada, soltó el graznido más fuerte que le hubiera escuchado hasta hoy y batió las alas un par de veces, como para reforzar la imagen amenazadora y confieso (la verdad es que me alegro de que nadie nos viese) que al final tuve que apartar la mirada de la suya.

-Te digo que no puedo -dije, cabizbajo. Al ver que volvía a abrir el pico levanté un dedo que interrumpió su movimiento y apostillé:- Pero, como veo que lo tuyo es la tozudez, puedo llamarte simplemente J.

Y de nuevo volvió a sorprenderme el cuervo, digo J, porque esta vez cuando volvió a subir a la lápida, se acercó a mi y se restregó cariñosamente contra mi, casi en actitud felina.

Lo que nos lleva, por fin, al día en que empecé este relato.

-♦-♦-



Canción del día: Gotthard - Lift 'u' up. All I wanna do's put a smile back there on your face.
Tenía varias en la cabeza para hoy, pero ganó esta dado que, ¿a quien no le viene bien que le den ánimos de vez en cuando? :)
Pero mientras todo vaya bien... ;) y si no, acabara yendo, no hay que perder la esperanza.




martes, 17 de junio de 2014

El cursor y su (maldito) parpadeo. - El escritor I.

- Cariño, ¿Alguna vez has tenido ganas de gritar? -preguntó Andrew a su mujer según pasaba por su espalda. Ella se detuvo para poner la mano en el hombro de su marido y llevarse la otra al mentón, haciendo  como que se lo pensaba detenidamente.
- Bueno, la última vez fue anoche... -empezó. Andrew se giró, extrañado, pero todo cobró sentido cuando vio la sonrisa en la cara de Betty, lo que hizo que también él sonriese.
- ¡Oh, tonta! -dijo él, terminando de sonreír. Ella siempre sabia por donde salir- Me refería a...
- Sé bien a que te refieres, querido -continuó ella por él mientras le revolvía los cabellos cariñosamente- llevas delante de esa pantalla tres cuartos de hora en las que solo te he escuchado escribir dos o tres palabras para, a continuación, borrarlas como si quisieras partir la tecla por la mitad. Si tienes que gritar para aliviarte... hazlo, intentaré no asustarme.
- De momento creo estar bien, mi vida -dijo Andrew palmeando la mano que tenía en el hombro con afecto- pero...
- Tenía ya la tetera calentándose -dijo ella, sonriente, antes de apretar el hombro de Andrew y seguir su camino hacia la cocina.
- ¡Oh, Dios mío de mi vida y de mi corazón! -exclamó él, alzando los brazos al cielo, lo que provocó una tierna risa femenina en la habitación contigua- ¡Me lees la mente! ¡Ya podías seguir tirando del hilo a ver si había alguna idea detrás!

El cursor ahí seguía. Parpadeando. Era paciente, el maldito. Paciente, parpadeante y sacándole de sus casillas. Retándole a que escribiera una nueva mediocridad. Sus dedos se flexionaron sobre las teclas un par de veces para, en ambas ocasiones, quedarse inmóviles sobre éstas y volver de nuevo a su regazo. Casi podía escucharlo, como si del segundero de su vida se tratara: tic, tac, tic...

- Que concentrado te veo -dijo Betty en un susurro mientras colocaba la bandeja en la mesita del salón, en frente de sus asientos, pero apartada del ordenador portátil de su marido. Fue un susurro suave, pero bastó para sacarle de su pequeño trance. Con un pequeño esfuerzo, separó los ojos del (maldito) cursor y sonrió cálidamente a su mujer.
- Nada más lejos de la verdad -dijo él, con cara de inocente, lo que provocó que ella levantara una ceja, incrédula- Vale, quizá un poco, pero solo andaba escarbando en mi cabeza, un poco más profundo de lo habitual, a ver si conseguía sacar algo...
- Si quieres inspiración adicional, puedo edulcorar el té -él alzó las cejas, sin comprender- Tengo aun hojitas de las que nos regaló la vecina.
- ¡Oh! ¡De esas! -casi se le subieron los colores al caer en la cuenta de lo que Betty le decía. Para disimular, se inclinó a coger su taza humeante de la bandeja- No, no, no creo que haga falta... edulcorarlo.
- Puedo hacer una jarra de sangría, de mi sangría, para ambos -continuó ella, pícaramente.
- Hace mucho que no haces sangría -le sonrió él, casi relamiéndose. La sangría que preparaba Betty era famosa en el vecindario, y potente- pero me temo que como la hicieras si que no iba a escribir nada.
- De acuerdo -dijo ella, encogiéndose de hombros y sorbiendo a la vez de su té- pero me ha dado el gusanillo, así que este fin de semana haré una.

Los ojos de Andrew volvían a estar fijos en la pantalla. Parecía que había vuelvo a coger el hilo de la inspiración. Aunque tecleaba despacio, ella sabía que era cuestión de minutos que cogiera una cierta inercia y se pusiera a llenar páginas y páginas de borradores. A partir de este momento, era como si se hubiera quedado sola, él estaba en su mundo. 
Con tranquilidad, Betty terminó su té mientras escuchaba el interminable tecleo de Andrew. Al terminar y sin hacer ruido apenas, se levantó, rellenó lo poco que su marido había bebido de la taza, y se llevó la suya a la cocina. Al volver, dio un ligero beso en el pelo a Andrew y le susurro que se iba a dormir. Él asintió, ausente, mientras proseguía tecleando en su portátil.

-♦-♦-

En el silencio de la noche, lo único que se oía era el confuso teclear del ordenador portátil y algún ocasional suspiro de Andrew. Tras poner un último punto y aparte, las comisuras de su boca se curvaron brévemente hacia arriba. En este lapso de tiempo había rellenado apenas cuatro páginas y parte de una quinta, pero creía que la idea comenzaba a tomar forma. Para asegurarse, utilizó la rueda del ratón para subir por el documento (hace tiempo había renunciado a aprender a manejar el táctil que traía el ordenador, demasiado aparatoso para su gusto). Una vez arriba, cogió con delicadeza el portátil y, colocándolo sobre sus piernas, se arrellanó en el asiento a releer lo que había escrito.
Fue un proceso bastante gradual. Lo que comenzó leyendo con una sonrisa de satisfacción, hizo que lentamente se le borrase la sonrisa del rostro para después, gradualmente, hacer que se le tensara la mandíbula, unas profundas arrugas surgieran en su ceño al juntar sus espesas cejas, y se le dilataran las aletas de la nariz. En conjunto, al terminar de releer lo que había escrito, Andrew tenía un enfado de los que hacen temblar a la gente.
Sus puños se cerraron espontáneamente mientras cerraba los ojos con fuerza y un sutil dolor comenzaba a manifestarse en su cabeza, desde sus ojos hasta su nuca. Tras llevarse los puños cerrados hasta las sienes, mantuvo esta posición unos segundos, mientras sentía, dentro de su enfado, como el dolor de cabeza aumentaba puntos enteros. Una voz interna le decía que era por la tensión, el enfado, la postura, pero por otro lado él no estaba tan seguro.
Su enfado estaba en su punto álgido, y su dolor de cabeza también. El cursor había ganado de nuevo, vista la bazofia que acababa de escribir. Con un corto grito que le salió del alma, Andrew alzó las manos y la cara al cielo...

Y el estruendo de la bandeja con la taza y la tetera le provocó un sobresalto mayúsculo. Como paralizado, se quedó mirando el desastre, aun con los brazos en alto. Aun tenía el portátil en las rodillas y la bandeja quedaba bastante lejos de su alcance... ¿Qué demonios?

-♦-♦-

Canción del día: Dead Can Dance - Emmeleia. 
Conozco este grupo desde hace la tira de tiempo, y llegué a ellos de forma extraña. Pero más extraño me resultó que mi profesor de Proyectos y Estudios les conociera y (enviiidiaaaa) hubiera ido a algun concierto suyo. Os dejo que opinéis de ellos. Es... bueno, ¿folk? ¿etnica? No lo se, simplemente me encantan. Por cierto el titulo es en griego antiguo y la letra... es inventada por ella (Lisa Gerrard).

PD: Vaya, es mi entrada mas larga hasta ahora (aunque no he tenido muchas entradas de momento. pero poco a poco, ¿Verdad?)

PD2: Habiendo tenido un par de momentos como los de Andrew, supuse que ya era hora de escribir al respecto. Le tenia guardado en mi pequeño bloc de notas desde hace un tiempo...

viernes, 13 de junio de 2014

¿Alguien tiene un vomitivo cerebral?

El cursor parpadeando, la página en blanco, yo con un montón de ideas en la cabeza... Vale, más que ideas es una ligera diarrea mental (que realmente es estreñimiento, ¡no me sale nada!)

Un montón de ideas, ocurrencias... ¿Diferentes lineas de pensamiento, podríamos decir? Algunas son habituales en mí, otras no tanto, otras son ideas locas. Pero llego aquí, donde juré y perjuré (a mí mismo, al menos) volcar el serrín de la jarra vacía que es mi cabeza.

... Allá vamos, intentémoslo.

¿Alguna vez habéis tenido una idea, así, espontanea, pero que al mismo tiempo la conocías desde hace tiempo? Quiero decir, cuando finalmente le das forma (o casi) descubres que no es nueva. Que lleva ahí un tiempo. Como si, por encima de todas las otras cosas que has estado pensando durante el tiempo que fuera, tu propio cerebro estuviera moldeando y puliendo esa idea por ti. 

Porque hoy, mientras volvía de recados varios míos, pensando en mis chorradas varias, como habitualmente, he notado la idea (La idea) bajo la superficie de pensamientos aleatorios que me caracteriza. Según llegaba a casa he notado su burbujeo (xup xup) y claro, no quería dejarla escapar.

Y así, por debajo de mis pensamientos chorras (iba a decir estúpidos, pero ya no tengo tan bajo concepto de mi) surgió, como la Venus de su concha, más que una idea, un plan.

Sí, he de pulirlo, comentarlo, ver su viabilidad, y terminar con mis malvadas maquinaciones al respecto. Pero... ¡joder, ya es hora de que empieces a mover el culo, maldito higo de fruta!

Eeeexacto, a eso me refería. Uno acaba un poco p'allá al cabo del tiempo sin nada que hacer, ¿Verdad?

Suficiente por hoy, sienta bien esto, oiga :).

-♦-♦-

Canción del día: Apocalyptica - Not strong enough. And you bring my heart to it's knees...

¿Sabéis esas canciones que causan nudos, pelos como escarpias y una extraña e indescriptible sensación? Aquí tenéis la mía, al menos de un tiempo a esta parte.

Aparte, para mi, la canción tiene toda la razón. No te puedo sacar de mi cabeza, has anidado tanto en mi cabeza como, sobretodo, en mi corazón. 
Si pudiera... si saliera bien...

¡Grrrr! 
Shhh calla.



sábado, 7 de junio de 2014

El cuervo II

o se que impresión daría para la gente que me vio, o que es peor, si cuando parecía que hablaba con la lápida o con el cuervo. La siguiente vez que fui de visita ahí estaba de nuevo. En esta ocasión me había llevado algo para picotear ("lechucear", como diría mi abuelo), una pequeña bolsa de pipas peladas, más por si aparecía el cuervo que por gula.

Pero ahí estaba. Según me acercaba caminando hacia la tumba de mi abuelo, su forma oscura pasó zumbando por mi lado, revolviéndome el pelo, para ir a posarse en la lápida, como en la anterior ocasión.

No pude evitar sonreír a pesar de que estaba seguro de que para cierta gente, entre la cual podría contar a mi abuela, que un cuervo se pose sobre una tumba no puede ser una buena señal. Pero se me había hecho raro ya que el cuervo parecía haber estado esperándome. Desde su posición en la tumba, desplegó brevemente sus alas y me lanzó un graznido, como metiéndome prisa, a pesar de que apenas me faltaban unos pasos para llegar.

- ¡Mira! -le dije- hoy si he pensado en ti. 

Y adoptando una postura habitual en mi, me senté apoyando la espalda en la lápida y, del bolsillo interior de mi chaqueta saqué la pequeña bolsa de pipas. Apenas la saqué, vi por el rabillo del ojo como el cuervo se asomaba por encima de mi hombro. Me eché unas pocas, apenas cinco o seis, en la otra mano y la levante a la altura de sus ojos. Como la otra vez, las miro de un lado, por el otro y finalmente picoteó una de las pipas con mucho cuidado.

-Vamos a ver si te gustan -le sonreí- Me pegó el vicio el abuelo.

Tras el momento de duda inicial antes de tomar la primera semilla, al momento siguiente volvía a picotearme la mano cogiendo una semilla tras otra hasta quitármelas todas de la mano. Ante la fugaz visión del cuervo atragantándose, me giré un poco más para mirarle y suspiré, aliviado. No se las había tragado todas una tras otra, si no que las había ido dejando encima de la lápida y desde ahí podía coger una para engullirla tranquilamente.

Tomando nota de la sutil sugerencia, agité levemente la bolsa para dejar caer más semillas, formando un pequeño montón justo al lado de sus garras. Y así se me pasó la tarde, con mi habitual charla con mi abuelo y con un nuevo interlocutor, ya que de vez en cuando me dirigía a él y éste graznaba o agitaba la cabeza, como expresando conformidad o disconformidad. 

Incluso, hace poco, tras mi última época de exámenes, hice una nueva visita al cementerio después de un tiempo sin ir dado que (quiero pensar) soy un estudiante responsable. Al llegar, el cuervo me esperaba ya en su sitio habitual en la lápida, e iba de un lado a otro de ésta dando pequeños saltitos, como con impaciencia.

Al llegar y verme, el cuervo comenzó a agitar las alas y a graznarme en un tono alto. Parecía enfadado y, no se porqué, mi reacción también fue enfadarme:

-¡Oye! a mi no me hables en ese tono -le dije, pero siguió graznandome y agitando las alas mientras caminaba en círculos- ¡Ni que dependieras de mí para alimentarte! Toma, anda.

Y puse una pequeña bolsa de pipas de las que siempre llevaba directamente al lado sin miramientos. Con mi movimiento al acercarme había dejado de graznar y había plegado las alas pero tras dejar yo las semillas a su lado las miró, apenas unos segundos, y me volvió a mirar. Las plumas se le erizaron y me soltó un graznido más alto y largo que antes, tras lo cual simplemente se me quedó mirando de manera acusadora. 

-¡Bah! ni que me hubieras echado de menos -comente con una ligera ironía mientras me sentaba en mi lugar habitual, más por huir de su mirada acusadora que por querer acomodarme.

Tras sentarme el cuervo me sorprendió subiéndose a mi cabeza primero, picoteándola suavemente y después ¡sentándose en ella!

-♦-♦-

Canción del día: Bad things - Jace Everett. When you came in... the air went out...


PD: la primera entrada del relato la escribí a horas intempestivas, de ahí la ausencia de contenido adicional, como la canción del día u otras cosas que se me vayan ocurriendo para hacer más ameno el blog :).

jueves, 5 de junio de 2014

El cuervo I

e nuevo ahí estaba. Y esta vez traía una sorpresa consigo. A primera vista no podía creerlo, pero él pareció reconocerme, como siempre, y voló desde la rama en la que estaba posado hasta una de las lápidas cercanas. Ahí estaba de nuevo, ese brillo que percibí al entrar al cementerio.

-♦-

Era el mismo cuervo de siempre. Desde que murió mi abuelo vengo a visitarle más a menudo de lo que nunca hubiera pensado. Como me ocurría en vida, el estar cerca de él siempre me ha calmado, me permite pensar con más claridad. Ademas siempre ha tenido ese... aura de sabiduría y cariño. Siempre fue mi persona favorita, como decía cuando era pequeño.

Incluso ahora que se ha ido sigo notando su aura, su sabiduría y cariño, aun cuidando de mí, como si me observara. Incluso, aunque me de un poco de vergüenza admitirlo, hablo con él como si todavía estuviera a mi lado, aunque no pueda contestarme, pero siempre me escuchó y apoyó. Siempre pude contar con él, y siempre encontraba tiempo para mí, para escucharme. Incluso en los peores días, una simple sonrisa suya y un apretón de su gran y arrugada mano en mi hombro podía levantarme el ánimo.  Pero lo más curioso desde que vengo a visitarle ha sido el asunto del cuervo.

Supongo que sabes lo que puede llegar a ser el perder la noción del tiempo cuando estas en buena compañía. Siempre me paso con mi querido abuelo, y me sigue pasando, lo reconozco. La primera vez que me pasó desde que le enterramos estaba muy entrado el otoño, y en cuanto las sombras se alargaron y las farolas de la calle cercana se encendieron, comenzó a soplar el viento y de manera casi automática me puse mi chaqueta y continué hablando de todo y nada con mi abuelo. Al cabo de apenas un par de minutos, un graznido suave me hizo levantar la cabeza para observar como un cuervo iba directo hacia la lápida de mi abuelo y se posaba.

Sin saber como reaccionar, le miré inquisitivamente mientras él se arreglaba las plumas como si nada. Pareció notar mi mirada rápidamente ya que enseguida fijó sus oscuros ojos en mí y graznó de nuevo. Casi sin pensar, me dirigí a este:

- Por favor, no molestes -le pedí, amablemente, como si fuera capaz de entenderme- No tengo nada para ti.

Como dándose por aludido, el cuervo ladeó la cabeza y volvió a graznar, esta vez batiendo las alas suavemente. No se porqué pero tomé aquel gesto como insistencia.

- Mira -le dije, de nuevo, alargando mi mano hacia él, con la palma extendida. El movimiento no pareció asustarle- no tengo nada.

El cuervo miró mi mano primero desde un lado, luego desde el otro, se inclinó sobre ella y picoteó suavemente la palma antes de volver a mirarme. ¿Me estaba pidiendo comida?