o se que impresión daría para la gente que me vio, o que es peor, si cuando parecía que hablaba con la lápida o con el cuervo. La siguiente vez que fui de visita ahí estaba de nuevo. En esta ocasión me había llevado algo para picotear ("lechucear", como diría mi abuelo), una pequeña bolsa de pipas peladas, más por si aparecía el cuervo que por gula.
Pero ahí estaba. Según me acercaba caminando hacia la tumba de mi abuelo, su forma oscura pasó zumbando por mi lado, revolviéndome el pelo, para ir a posarse en la lápida, como en la anterior ocasión.
No pude evitar sonreír a pesar de que estaba seguro de que para cierta gente, entre la cual podría contar a mi abuela, que un cuervo se pose sobre una tumba no puede ser una buena señal. Pero se me había hecho raro ya que el cuervo parecía haber estado esperándome. Desde su posición en la tumba, desplegó brevemente sus alas y me lanzó un graznido, como metiéndome prisa, a pesar de que apenas me faltaban unos pasos para llegar.
- ¡Mira! -le dije- hoy si he pensado en ti.
Y adoptando una postura habitual en mi, me senté apoyando la espalda en la lápida y, del bolsillo interior de mi chaqueta saqué la pequeña bolsa de pipas. Apenas la saqué, vi por el rabillo del ojo como el cuervo se asomaba por encima de mi hombro. Me eché unas pocas, apenas cinco o seis, en la otra mano y la levante a la altura de sus ojos. Como la otra vez, las miro de un lado, por el otro y finalmente picoteó una de las pipas con mucho cuidado.
-Vamos a ver si te gustan -le sonreí- Me pegó el vicio el abuelo.
Tras el momento de duda inicial antes de tomar la primera semilla, al momento siguiente volvía a picotearme la mano cogiendo una semilla tras otra hasta quitármelas todas de la mano. Ante la fugaz visión del cuervo atragantándose, me giré un poco más para mirarle y suspiré, aliviado. No se las había tragado todas una tras otra, si no que las había ido dejando encima de la lápida y desde ahí podía coger una para engullirla tranquilamente.
Tomando nota de la sutil sugerencia, agité levemente la bolsa para dejar caer más semillas, formando un pequeño montón justo al lado de sus garras. Y así se me pasó la tarde, con mi habitual charla con mi abuelo y con un nuevo interlocutor, ya que de vez en cuando me dirigía a él y éste graznaba o agitaba la cabeza, como expresando conformidad o disconformidad.
Incluso, hace poco, tras mi última época de exámenes, hice una nueva visita al cementerio después de un tiempo sin ir dado que (quiero pensar) soy un estudiante responsable. Al llegar, el cuervo me esperaba ya en su sitio habitual en la lápida, e iba de un lado a otro de ésta dando pequeños saltitos, como con impaciencia.
Al llegar y verme, el cuervo comenzó a agitar las alas y a graznarme en un tono alto. Parecía enfadado y, no se porqué, mi reacción también fue enfadarme:
-¡Oye! a mi no me hables en ese tono -le dije, pero siguió graznandome y agitando las alas mientras caminaba en círculos- ¡Ni que dependieras de mí para alimentarte! Toma, anda.
Y puse una pequeña bolsa de pipas de las que siempre llevaba directamente al lado sin miramientos. Con mi movimiento al acercarme había dejado de graznar y había plegado las alas pero tras dejar yo las semillas a su lado las miró, apenas unos segundos, y me volvió a mirar. Las plumas se le erizaron y me soltó un graznido más alto y largo que antes, tras lo cual simplemente se me quedó mirando de manera acusadora.
-¡Bah! ni que me hubieras echado de menos -comente con una ligera ironía mientras me sentaba en mi lugar habitual, más por huir de su mirada acusadora que por querer acomodarme.
Tras sentarme el cuervo me sorprendió subiéndose a mi cabeza primero, picoteándola suavemente y después ¡sentándose en ella!
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PD: la primera entrada del relato la escribí a horas intempestivas, de ahí la ausencia de contenido adicional, como la canción del día u otras cosas que se me vayan ocurriendo para hacer más ameno el blog :).
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